¿Y si muero estando vivo?

Artista desconocido

Siempre he tenido cierta curiosidad por la muerte. La gente que alguna vez ha leído alguna de mis novelas o poemarios sabe de sobra que siempre está, de alguna manera, presente en mi escritos.
   Durante toda mi vida he intentado deseducarme de todo lo que la familia, la sociedad, la religión y la cultura en general me intentaban inculcar sobre ella. Miedo, tabú, incluso estúpidas ideas que en ella había algún mal. Por suerte siempre he sido de reeducarme a mí mismo, de estudiar e investigar todo aquello que me atrae y/o desconozco, antes de juzgarlo o simplemente, huir de ello.
A mi edad, y ya no siendo un chaval, pero empezando a tener una edad considerable, me he ido entrenando mentalmente para cuando llegase ese momento, para saber afrontar —o eso me pienso por ahora— la situación de una forma lógica y con la mayor dignidad posible.

Hasta aquí, el discurso es muy bonito. Hace unos años —unos tres más o menos en el momento que

El síndrome de Mazinger Z

 

Collage de Juan Cabezuelo



Desde mi más tierna infancia siempre me he considerado un apasionado de los dibujos animados de Mazinger Z. Recuerdo aquellas maravillosas tardes, sentado frente al televisor, sin ni siquiera pestañear para no perderme ni un segundo de mi serie favorita. He de reconocer que mis primeros sentimientos de envidia a esa edad fueron hacia Kõji Kabuto; aquel muchacho tenía el privilegio de poder montarse en Mazinger Z y pilotarlo a su antojo. Yo soñaba día y noche que me subía a aquella pequeña nave, la hacía despegar y la aterrizaba en la cabeza de Mazinger, entonces lo movía a mi libre albedrío y vivía mil aventuras con él, luchando contra los malvados o haciendo volar sus puños por el cielo.
   Una de las cosas que más me llamaba la atención de la serie era cómo, en el momento en que Kõji se acoplaba a Mazinger, este adquiría una especie de vida propia, incluso parecía que aquel espectacular robot, que no era más que un montón de metal y maquinaria, tenía sentimientos e incluso sentía dolor

La concentración del pedazo sin tallar

En ocasiones sucede que al sentarnos a meditar nos resulta imposible mantener la atención en nuestra respiración. También ocurre que muchas veces nos da la sensación de que nuestra práctica no avanza, que en vez de ser cada vez más expertos en el arte de la meditación, vamos para atrás cual guijarro rodando por una pendiente, es en ese momento cuando la frustración hace su puesta en escena y la mayoría de las veces acabamos tirando la toalla. Muchas veces encontramos múltiples escusas a las cuales culpar de nuestro fracaso: el estrés, la falta de tiempo… Otras buscamos soluciones para que nuestra práctica mejore, y con mucho acierto intentamos encontrar un maestro o Dojo zen donde puedan enseñarnos a practicar zazen correctamente, pero en esta interminable lista de “a veces” o “sucede”, también muchas veces, incluso con la ayuda de alguien mucho más experimentado que nosotros, ocurre que sigue costándonos avanzar en la práctica; en estos casos suele ser por la intencionalidad con la que

¿Earl Hickey tenía razón?


Artista NLshop

 
Como ha dejado de llover y hace un día soleado, decido salir a dar una vuelta con un amigo, acaban de darle un ascenso en su trabajo, y quiere contarme el asunto con todo detalle. Nada más salir a la calle un excremento de perro decide intimar con la suela de mi zapato. Mi amigo me encuentra intentando deshacerme de dicha mierda con el borde de la acera. Esperando a que cambie el semáforo, pues la cafetería a la que nos dirigimos está al otro lado de la calle, un coche pasa demasiado cerca de un charco, creando una magnífica salpicadura de agua sucia que empapa los bajos de mis pantalones; y al llegar a la cafetería, un accidentado traspiés provoca que la camarera derrame, la mitad del café que me estaba sirviendo, sobre la manga de mi suéter. Mi querido amigo rompe en carcajadas y me dice:
   —Tío, la semana pasada empecé a salir con la chica que me gusta; a los dos días me compré el coche que quería, porque me lo financiaron con intereses mucho más baratos y ayer me ascendieron en el

¿Por qué Buda no contesta mis WhatsApps?

 

Collage de Juan Cabezuelo

Hoy en día, y gracias (o no) a la tecnología, tenemos en el mercado toda una infinita y variable ensalada de aplicaciones de comunicación. Como buenos seres humanos que somos, no hemos tardado en volvernos adictos a ellas, hasta el punto de que si al mandar un mensaje y no ser respondido este de inmediato, el síndrome de abstinencia no tarda en aparecer, provocándonos cierto malestar mental, obsesionándonos por ese mensaje que nunca llega. “Pero si me marca el doble check ¿Por qué no me responde?” pensamos compulsivamente mientras el enfado y la irritabilidad se adueñan de nuestra mente.
   Como buenos occidentales que también somos, a la hora de llevar a cabo nuestra práctica budista —aunque supongo que algo parecido sucederá con el resto de filosofías y/o religiones—, nuestra mente, entrenada en el “quiero esto y lo quiero ya” al que la tecnología actual nos ha acostumbrado —pues solo

VIII

Ilustración de Karl Mortiz Schumann


Me pincho al regar el cactus,
tras sus púas se esconde
una carne tierna y jugosa.
Me chupo la sangre del dedo,
el sustrato de la maceta
absorbe el agua.



La meditación no sirve para nada

Artista desconocido


Normalmente, la razón por la que todos acabamos acercándonos al budismo, es por la meditación. Eso suele ser porque aquí, en occidente, no suele haber familias con tradición budista que vayan pasando de generación en generación las creencias budistas, como puede suceder con el cristianismo u otras creencias más establecidas en esta parte del planeta. Por eso, normalmente comenzamos por descubrir la meditación —que tan de moda está últimamente— y a partir de ahí, y si nos sigue picando la curiosidad, como suele decirse, terminamos por descubrir el budismo.
   ¿Pero qué sabemos de la meditación? Poner meditación en Google es como intentar jugar a la ruleta rusa sabiendo que la pistola está cargada con todas las balas. Un sinfín de información, excéntrica y variopinta, inunda tu pantalla. ¿Pero cual de todas estas formas de meditación es la buena? Podemos encontrar meditaciones para el estrés, para abrir los chacras, para dormir, para relajarse, para explorar

VII

Artista desconocido


Sin miramientos,
pisamos toda hierba que crece
entre las grietas del asfalto;
incapaces de captar tal majestuosidad,
acostumbrados a caminar 
sobre cemento puro.






Las cuatro nobles verdades. 4. El camino a seguir para la extinción del sufrimiento

Ilustración de Henn Kim

Bien, ya sabemos de la existencia del sufrimiento y que su extinción es el nirvana; pero ¿Cómo conseguir llegar a ese nirvana que extinguirá el sufrimiento? La cuarta noble verdad nos muestra la manera de hacerlo, y ésta es lo que se conoce como El camino óctuple. A simple vista, este camino óctuple parece una simple “lista de tareas” que tenemos que realizar, también podríamos compararlo con un código de conducta, pero el camino óctuple es mucho más que todo eso, pues nos enseña que la visión justa, el pensamiento justo, el lenguaje justo, la acción justa, el modo de vida justo, el esfuerzo justo, la atención justa y la concentración justa —los ocho puntos que componen El camino óctuple—, es la forma natural de vivir, y la única vía que nos lleva al cese del sufrimiento.
   Como se puede apreciar, la palabra justo —ya sea en masculino o en femenino— se repite en cada

Las cuatro nobles verdades. 3. El fin del sufrimiento


Artista desconocido

Si anteriormente hablábamos que la existencia en sí es sufrimiento, he indagábamos un poco en el origen de la causa de este sufrimiento, ahora vamos a investigar un poco sobre el final del sufrimiento. Una vez ya siendo conscientes de la existencia del sufrimiento y de todas las causas que lo provoca, no nos queda más que trabajar duro para poder terminar con él. Sí tenemos claro que queremos dejar de sufrir, entonces también tenemos que tener claro que la única forma de hacerlo es conseguir la extinción del sufrimiento, y para ello, la única forma de conseguirlo es el nirvana.
   Para muchos, el término nirvana no significará nada, y otros, según la edad, creerán que voy a hablar del grupo musical; pero no es nada de eso. Para no complicarnos mucho, podríamos decir que el nirvana es un estado mental, pero no tiene nada que ver con aquel estado mental que alcanzaban lo hippies de los sesenta al inflarse de LSD; el nirvana es el estado mental que se adquiere al conseguir ser

Las cuatro nobles verdades. 2. El origen del sufrimiento


Artista desconocido


Siguiendo con el hilo de la semana pasada, nos toca comentar la segunda de las cuatro nobles verdades, que es la del origen del sufrimiento.
   A bote pronto, si le preguntamos a alguien cual cree que es la causa del sufrimiento, lo más seguro es que nos responda que eso variaría dependiendo del individuo. Y puede que este personaje imaginario tenga razón, pero aun y así, y teniendo en cuanta la infinidad de todas esas posibles diversas causas según la persona, el origen de todas sería el mismo, lo que en el budismo se conoce como los tres venenos: El odio, la ignorancia y el deseo —o avidez—.
   El odio es un intento por librarnos de aquello que no nos gusta. Si nos vemos inmiscuidos en una situación que nos desagrada, ya sea una bronca de nuestro jefe, una pelea de pareja, una aglomeración en el metro o un atasco, la necesidad de salir de esa situación, de dejar de vivirla, de poder estar en otro

Las cuatro nobles verdades. 1. La existencia del sufrimiento

Artista descinicido


Si recordáis, anteriormente os hablé de Los cuatro encuentros que tuvo el joven Siddhārtha al salir de su palacio. Gracias a la experiencia de estos cuatro encuentros, Siddhārtha comprendió lo que hoy en día conocemos como Las cuatro nobles verdades. Estas cuatro nobles verdades son:
  1. La existencia del sufrimiento.
  2. El origen de ese sufrimiento.
  3. El final de ese sufrimiento.
  4. El camino que hay que seguir para terminal con él.
En el artículo de hoy nos centraremos en la primera de las nobles verdades, La existencia del sufrimiento, y es que si no llegamos a entender esta verdad, es imposible seguir ahondando en el tema.

VI

 

Ilustración de Mary Rogers

El viento borra
las huellas que voy dejando
en la arena,
dejando solo las que están
bajo mis pies.
El mar está revuelto;
me pregunto qué habrá
más allá del horizonte.




En mitá del to

Artista desconocido

De joven era una de esas personas radicales que no respetaba otra opinión que no fuera igual que la mía. Todo lo que contrastaba con mi forma de vivir o ver la vida lo consideraba erróneo, y no podía comprender como el resto de personas podían ser tan ridículas de no darse cuenta de estar equivocadas. Si no eras o pensabas como yo, eso quería decir que estabas contra mí, convirtiéndote automáticamente en el peor de mis enemigos; alimentando de este modo el odio y la ignorancia que a veces tan orgullosos nos sentimos de poseer. Ahora tiro de memoria para recordar aquellos años y no puedo evitar que mis labios esbocen una sonrisa al recordar a aquel chaval enfadado con el mundo que se creía el guardián de la verdad absoluta. Es lo que tiene la juventud, sobre todo en sus comienzos, te vuelves un ser impulsivo, un habitante de uno de los extremos y odiador compulsivo de los seres que habitan en la otra punta. Pero por desgracia el mundo se mueve de esta manera, individuos odiando a individuos,

V

Artista desconocido


 Bajo la lluvia
las palomas beben agua de sus propias plumas;
yo, corro para no mojarme.



Apego al desapego o cómo desapegarse del apego (3)

Ilustración de Nexos


Pero no solo se sufre el apego con las personas o las cosas; los largos y pegajosos tentáculos del apego son capaces de atraparnos también con los sentimientos. Sí sentimos alegría por algo, queremos que esa sensación no termine nunca, nos aferramos a ella con todas nuestras fuerzas hasta hacer sangrar a nuestros dedos, y cuando esta sensación se esfuma, sufrimos hasta que volvemos a sentirla de nuevo. Lo mismo pasa con el enojo, si algo o alguien nos hace enfadar, nos aferramos a esa sensación; si por ejemplo ha sido una discusión con alguien, recordamos una y otra vez lo que ha pasado, nos imaginamos que podríamos haberle contestado a sus réplicas o qué cosas podríamos haberle echado en cara para causarle más daño; contamos la anécdota a todo aquel que se cruce en nuestro camino —aunque no le importe ni lo más mínimo o ya tenga suficiente con sus propios problemas—, y a la vez vamos exagerando los hechos hasta que la imagen que nos creamos en nuestra mente de lo sucedido no

Apego al desapego o cómo desapegarse del apego (2)

 

Ilustración Romina Guerrero Álvarez

Como íbamos diciendo, el apego es una de las principales causas del sufrimiento, y no solo sentimos apego por otras personas, ahí también nos equivocamos mucho los seres humanos; el apego se siente por cualquier cosa, sentimiento, situación, recuerdos y un larguísimo etcétera. Normalmente, después de las personas, los vienes materiales suelen ser la otra principal fuente de nuestro apego, nos encantan nuestras cosas, y en el fondo no es culpa nuestra, por desgracia, en la sociedad consumista en la que vivimos, desde niños nos educan e inculcan la necesidad de tener y acumular cosas, y cuantas más mejor, cuanto más tienes más vales, ¿Cuántas veces habremos escuchado esa frase en nuestra vida? —y nunca la hemos cuestionado—, y siguiendo todas esas enseñanzas, nos atareamos en adquirir, comprar, coleccionar e incluso robar cualquier cosa que deseemos, sin pararnos a pensar ni un segundo sí realmente necesitamos ese objeto, si cumple una necesidad o tiene una utilidad imprescindible. Ahora

Apego al desapego o cómo desapegarse del apego (1)

Artista desconocido

Los seres humanos tenemos un problema, no entendemos el significado de la palabra apego. Malinterpretamos su significado. Pensamos que el apego es algo positivo, y de esa manera, nos enfuscamos por sentir apego por todas las cosas. Si yo os dijera ahora mismo: No deberías sentir tanto apego por tu madre, vosotros, enfadados e incrédulos por lo que estáis escuchando me reprocharíais: Pero cómo no vamos a sentir apego por ella, ¡es nuestra madre! Y es que confundimos lo que es sentir amor o cariño con tener apego a algo o a alguien. Si volvemos al ejemplo anterior, en ningún momento os estaría diciendo que no sintierais amor por vuestra madre, lo que os estaría intentando decir es que no sois dueño de ella, no es una pertenencia vuestra que deba estar ahí para cuando necesitéis de sus servicios y que como todo en este mundo, por muy madre vuestra que sea, su existencia es impermanente, tarde o temprano dejará de estar con vosotros para ayudaros, o para que la ayudéis vosotros, o para serviros como madre esclava, haceros compañía o solo compartir su

IV

 

Artista desconocido

El carbón aviva el fuego
impidiendo que este se apague.
Se consume el carbón.
Se apaga el fuego.
Un perro se alimenta 
de su propio vómito.


Libros que os recomiendo: El Dhammapada

Portada de la Editorial Plataforma

Cuando comencé a investigar sobre el budismo, el primer libro que leí fue el Dhammapada. Este texto, escrito en un lenguaje muy común y de fácil comprensión, pertenece al Canon Pali y a la escuela Theravada; está compuesto por cuatrocientos veintitrés versos —aunque personalmente, yo los considero más aforismos—, en veintiséis capítulos. Se le atribuye directamente a Buda; teóricamente estos versos fueron pronunciados, en alguna ocasión, en sus discursos a lo largo de su vida.
   Cuando me topé por primera vez con el Dhammapada, yo era una persona bastante escéptica con todo esto, me consideraba uno de esos tipos duros —al más puro estilo de Clint Eastwood— capaz de comerme el mundo a bocados, y todas estas cosas las consideraba de hippies buenrollistas, ya fuera por mi poco interés en informarme sobre el tema —ya sabéis como es el ser humano, si algo no lo conoce o no lo entiende, mejor alejarse de ello, criticarlo e intentar que deje de existir— o por la falsa imagen

III

Fotografía de Randy Swan

El viento suena en el hueco del árbol;
cuando deje de sonar el viento
el árbol seguirá hueco.
No hay árbol.
No hay viento.
No hay hueco.
La hurraca alza el vuelo.

Gotas de vino rancio


Ilustración del libro Historia de Ruth y Noemi de Mila Rabinovich

Desde que me fui a vivir con mi mujer, siempre lo hemos hecho en pisos de alquiler. Recuerdo que el primer piso que compartimos era uno pequeño y acogedor en la Barcelona ciudad; allí vivimos un coto periodo de tiempo hasta que decidimos mudarnos a un pueblo costero a cincuenta kilómetros de la gran urbe. La verdad es que por aquella época no nos costó mucho encontrar piso, bueno, tampoco es que nos matáramos a buscar, me parece que nos quedemos con el segundo que vimos; este era un piso bastante grande, luminoso y con bastante espacio. Nos instalemos en aquella nuestra nueva vivienda y comenzamos a vivir lo que era nuestra vida, una vida de lo más normal y corriente, como la de cualquier hijo de vecino. Éramos muy felices en aquel piso, y nos acostumbramos tanto a él y los años pasaban tan rápido, que pensábamos que nos íbamos a quedar viviendo en él toda la vida. Pero como en todas las buenas novelas, la trama tiene que dar un giro de guion en el omento menos sospechado para

El aullido de los coyotes

ilustración de Tom Haugomat

El Ser Humano es un ser costumbrista, un animal miedoso e inseguro que detesta que de alguna manera u otra le desequilibren su statu quo, pero sobre todo, lo que más odia y teme, es que lo saquen de su zona de confort. Para qué vamos a engañarnos, a todos nos encanta criticarlo todo. El sistema político actual, la precariedad laboral, la pandemia, la pobreza en el mundo, el calentamiento global, todas estas cosas son temas recurrentes en conversaciones de eternos cuñados, nos encanta pelearnos e intentar imponer nuestra opinión por encima de la de los demás en las reuniones familiares, tomando copas con nuestros amigos o a la hora del café con nuestros compañeros de trabajo. A esos temas debemos añadirles los que realmente nos suelen oprimir más, nuestra situación personal, estamos demasiado gordos, o poco cachas, odiamos nuestro trabajo o simplemente la forma despectiva con la que nos trata nuestro jefe o algún compañero de la oficina; y así un larguísimo etcétera que se alarga hasta la

II

Artista desconocido


Entre el cielo y la tierra
la única diferencia soy yo.
Entre la luz y las tinieblas,
entre morid de  sed y estar saciado,
entre lo bueno y lo que jamás debería hacerse,
entre lo tuyo y lo mío,
entre todo o nada,
la única diferencia soy yo.


El grito de socorro de un grito de socorro

Artista desconocido

Una de las preguntas que más me hacen es la de cómo llegué o descubrí la filosofía budista. En mi día a día tengo un trabajo como todos vosotros, me levanto a primera hora de la mañana, me preparo y salgo hacia mi puesto de trabajo donde paso la mayor parte del día hasta que vuelvo a casa para meterme en la cama y empezar de nuevo al día siguiente; es la única forma que tengo de ganarme la vida. Pero realmente no soy a lo que me dedico, mi verdadera vocación es ser escritor, y es gracias a esta vocación —a la que me dedico en mi reducido tiempo libre— como descubrí el Budismo. Un día tuve la genial idea de escribir un relato sobre un hombre con problemas de control de ira, ese supuesto tipo iba a ser una persona estresada y violenta que intentaba, sin resultado, controlar su temperamento a base de practicar la meditación. La idea era escribir una especie de tragicomedia donde quería meter al protagonista en las más extrañas de las situaciones que lo pondrían histérico y reaccionaría de la forma

La rueda del hámster

 
Ilustración: arte conceptual de We Came As Romans

Siempre he vivido deprisa. Podría echarle la culpa a la sociedad acelerada en la que vivimos o a mi puesto de trabajo —que requiere de una gran agilidad mental, resistencia física y un gran nivel de estrés—, así lo he estado haciendo durante toda mi vida —que no son pocos años—; me quejaba de tener que ir siempre corriendo detrás de autobuses, taxis, metros o trenes para poder llegar a tiempo de fichar. Una vez en el trabajo me quejaba de tener que dar el doscientos por cien de mi capacidad física y mental para dar la talla y que no decidiesen cambiarme por un chaval mucho más joven y en mejor forma física, de tener que comer comida directamente de un taper recalentada en el microondas en tan solo veinte minutos, y una vez finalizada mi jornada laboral, rebobinar el recorrido —trenes, metros, taxis o autobuses—, para poder llegar a mi casa, dadme una ducha rápida y cenar cualquier porquería antes de tener que acostarme y empezar de nuevo en ese eterno día de la marmota, como un pobre