Apego al desapego o cómo desapegarse del apego (1)

Artista desconocido

Los seres humanos tenemos un problema, no entendemos el significado de la palabra apego. Malinterpretamos su significado. Pensamos que el apego es algo positivo, y de esa manera, nos enfuscamos por sentir apego por todas las cosas. Si yo os dijera ahora mismo: No deberías sentir tanto apego por tu madre, vosotros, enfadados e incrédulos por lo que estáis escuchando me reprocharíais: Pero cómo no vamos a sentir apego por ella, ¡es nuestra madre! Y es que confundimos lo que es sentir amor o cariño con tener apego a algo o a alguien. Si volvemos al ejemplo anterior, en ningún momento os estaría diciendo que no sintierais amor por vuestra madre, lo que os estaría intentando decir es que no sois dueño de ella, no es una pertenencia vuestra que deba estar ahí para cuando necesitéis de sus servicios y que como todo en este mundo, por muy madre vuestra que sea, su existencia es impermanente, tarde o temprano dejará de estar con vosotros para ayudaros, o para que la ayudéis vosotros, o para serviros como madre esclava, haceros compañía o solo compartir su vida con vosotros, y eso os causaría sufrimiento, como cualquier otra cosa o persona a la que le tengáis apego.
   Os contaré una pequeña anécdota. Cuando era pequeño, mi familia y yo vivíamos en una casa de campo a bastantes kilómetros del pueblo más cercano. Para poder ir al colegio tenía que pasar un autocar para ir recogiendo casa por casa a todos los niños que vivíamos en las granjas para acercarlos a la escuela; eso quería decir que cada día salíamos de casa muy temprano y no volvíamos hasta pasadas las seis de la tarde —más o menos—. En aquella época, como casi todos los niños, yo estaba muy enmadrado, y todas esas horas que pasaba fuera de casa me las tiraba echando de menos a mi madre. Un día, jugando a la hora del recreo, una inoportuna piedra se me metió dentro del zapato. Mi primera intención fue quitarme el zapato para sacarme aquella maldita piedrecilla que tanto daño me estaba provocando, pero entonces caí en la cuenta que para sacarme el zapato, primero tenía que desabrocharme los cordones, esos mismos cordones que mi madre me había abrochado con tanto cariño antes de salir de casa. ¿Cómo iba a deshacerme de aquel entuerto? Si no me sacaba aquella piedra, me iba a estar doliendo todo el día, incluso podía hacerme una herida en el pie, pero si me desataba los cordones, una vez atados de nuevo ya no sería el mismo lazo que las manos de mi madre me habían hecho. Solo puedo deciros que, ya no por el apego que sentía por mi madre, sino por el que también sentía por aquellos cordones que sus manos habían creado, fui incapaz de quitarme el zapato, teniendo de este modo que aguantar un dolor casi insufrible para un niño, además de tener que aguantar la bronca que me echó mi madre cuando llegué a casa, le conté lo sucedido y al sacarme el zapato vio la herida que la piedra me había hecho a causa de llevarla todo el día dentro del calzado. Así de estúpido e infantil puede llegar a resultar el apego hacia alguna persona en especial; doliéndonos tanto como llevar una piedra dentro del zapato.

En la próxima publicación seguiremos hablando sobre el apego. No te la pierdas.