¿Y si muero estando vivo?

Artista desconocido

Siempre he tenido cierta curiosidad por la muerte. La gente que alguna vez ha leído alguna de mis novelas o poemarios sabe de sobra que siempre está, de alguna manera, presente en mi escritos.
   Durante toda mi vida he intentado deseducarme de todo lo que la familia, la sociedad, la religión y la cultura en general me intentaban inculcar sobre ella. Miedo, tabú, incluso estúpidas ideas que en ella había algún mal. Por suerte siempre he sido de reeducarme a mí mismo, de estudiar e investigar todo aquello que me atrae y/o desconozco, antes de juzgarlo o simplemente, huir de ello.
A mi edad, y ya no siendo un chaval, pero empezando a tener una edad considerable, me he ido entrenando mentalmente para cuando llegase ese momento, para saber afrontar —o eso me pienso por ahora— la situación de una forma lógica y con la mayor dignidad posible.

Hasta aquí, el discurso es muy bonito. Hace unos años —unos tres más o menos en el momento que
escribo esto— tuve que enfrentarme a la muerte de un familiar, uno de mis hermanos falleció por un cáncer terminal en muy breve periodo de tiempo. Fue ahí cuando caí en el error que había estado cometiendo durante todos mis años de vida, pues en mi afán de prepararme para mi propia muerte, no me preparé en absoluto para la muerte de los demás, sobre todo para la de mis seres queridos.

Cuando mi hermano falleció, acepté su muerte con toda la normalidad que esto conlleva, mi hermano, como cualquier otro ser vivo, había nacido un día y eso conllevaría su muerte en algún momento de la historia, pero lo que empezó a angustiarme era la idea de que iba o estaría pasando realmente con mi hermano después de muerto. Miles de dudas y angustias me torturaban la mente sobre ello. No pasó mucho tiempo más, a penas unos meses, cuando la primera oleada del Covid se llevó por delante a uno de mis mejores amigos, así de un día para otro. No me había repuesto del fallecimiento de mi hermano y debía enfrentarme de nuevo a una gran pérdida para mí, pues este amigo era un ser muy querido mío. Las dudas que se habían dormido en mi mente se despertaron de repente ¿Qué estaría pasando con mi amigo, y con mi hermano?
   Busque respuestas en El Libro Tibetano De los Muertos, y aunque es un texto espléndido, lleno de sabiduría y belleza, lo único que conseguí fue estresarme más, pues en él se explica todas las fases por las que pasa la mente de una persona al fallecer, toda una serie de “pruebas” para poder alcanzar la iluminación después de muerto o caer de nuevo en el ciclo del samsara, donde según tu karma podrías tener un renacimiento “mejor o peor” —por explicarlo de una forma reducida—. Esta lectura hizo que me preocupase por muchas cosas —teniendo en cuenta que solo soy un simple occidental intentando aprender y comprender una filosofía oriental—, y ya no por el porvenir de la mente de mi hermano o la de mi amigo; más bien por mi propio porvenir una vez muerto. ¿Estaba actuando correctamente cada día de mi vida para merecerme un buen renacimiento? ¿Qué pasaría sí al morir y entrar en ese “limbo” que explica el Libro Tibetano de los Muertos” huía despavorido de las monstruosas imágenes a las que tenía que entregarme con toda paz, libertad y armonía? ¿Me estaba mereciendo una vida mejor que la que ya tenía en vida o renacería como un gusano alimentándome de carne podrida?
   Toda esta incertidumbre provocó que la idea de que sería de mí al morir hiciera que me olvidará de qué estaba haciendo en el momento presente. He ahí el verdadero error que tuve que solventar.

Por mucho que nos esforcemos, la mentalidad occidental está a años luz de poder comprender al cien por cien la filosofía oriental. Llevamos milenios durante los que generación tras generación nos han educado de una forma materialista. Nos creemos los dueños de todo, y si no estás de acuerdo, respóndete a ti mismo esta simple pregunta ¿Te crees el dueño de tu cuerpo?
   Esta mentalidad materialista es la culpable de que en occidente el tema de la muerte sea algo prohibido, temido, perverso. Nos creemos los dueños de nuestras vidas, y queremos hacer con ella todo lo que se nos antoje, vivir al límite, trabajar hasta reventar para ganar el máximo dinero posible que gastaremos en viajes, coches o demás objetos que nos plazca. Queremos relacionarnos con muchas personas, practicar mucho sexo con ellas y salir de fiesta cada fin de semana ¿Y en qué lugar queda la muerte en todo esto? Pues muy sencillo, terminamos por verla como a alguien que quiere arrebatarnos todos nuestros derechos como seres vivos, si morimos dejaremos de divertirnos, de vivir la vida al máximo, de comprar todo lo que aún no lo hemos hecho, de follar con todas esas personas que todavía no han caído en nuestras redes, o viajar a lugares que ni se nos hubieran ocurrido antes.
   Después de la muerte de mi amigo, a los pocos meses falleció mi madre, por suerte, aunque el dolor de la perdida de una madre no tiene expresión ninguna que pueda describirlo, su muerte la llevé con mucha más naturalidad. Había comenzado a leer de nuevo, a investigar, a centrarme en la verdadera enseñanzas de esta filosofía, a pensar con sensatez sobre todo ello. Tres muertes de seres queridos en dos años me habían curtido lo suficiente como para aprender a no temer por lo que pudiera pasar. Me había dado cuenta de que preocupándome tanto por ese porvenir me había olvidado del aquí y ahora tan importante para nuestra existencia. ¿Qué importancia tiene la muerte realmente? En el momento en que el esperma del padre se dirige hacía el óvulo de la madre ya se está muriendo, la vida no es más que eso, un camino natural hacía ese final específico, Si cuando llegue el momento de nuestra muerte, no existe nada más, sí dejamos de existir, entonces habremos encontrado el final del sufrimiento, misión cumplida como aquel que dice; de otra manera, sí existe el renacimiento, éste se hará según tu karma negativo o positivo que hayas ido acumulando en vida, y sí has estado demasiado ocupado preocupándote por ese momento, te habrás olvidado de vivir el aquí y ahora, que es donde creamos realmente ese karma. Sea cual sea la solución —sí la hay— lo único realmente importante es no preocuparte por cosas que no vas a poder solucionar por mucho que te esfuerces. Vive aquí, vive hoy. Sigue el camino, se consciente de lo real y lo irreal, No tengas miedo a la muerte, igual que no lo tienes por un nacimiento. El temor a la muerte no es más que un apego enfermizo a la vida, y más que a la vida, a todos esos placeres transitorios que nos encandilan como cantos de sirena. Con eso no quiero decir que tengamos que desear morirnos, tan solo que tengamos presente que lo haremos igual que del mismo modo vinimos a este mundo; y que tiene más importancia vivir correctamente que hacerlo al límite para disfrutar cada segundo de una vida que no es nuestra en un cuerpo que ni nos pertenece.

Celebremos el nacimiento pues es un gran bien para el recién nacido, celebremos la muerte porque es el fin merecido del cansado viajero, y dejemos de preocuparnos por preguntas que no podemos responder, o nuestra mente se nublará y no podrá ver las respuestas que no necesitan una pregunta. Ya descubriremos sí hay algo más allá o no lo hay llegado el momento, no será ni antes ni después, mientras tanto, sentaos, respirad y estad atentos, todo lo demás llegará a su debido tiempo.