¿Earl Hickey tenía razón?


Artista NLshop

 
Como ha dejado de llover y hace un día soleado, decido salir a dar una vuelta con un amigo, acaban de darle un ascenso en su trabajo, y quiere contarme el asunto con todo detalle. Nada más salir a la calle un excremento de perro decide intimar con la suela de mi zapato. Mi amigo me encuentra intentando deshacerme de dicha mierda con el borde de la acera. Esperando a que cambie el semáforo, pues la cafetería a la que nos dirigimos está al otro lado de la calle, un coche pasa demasiado cerca de un charco, creando una magnífica salpicadura de agua sucia que empapa los bajos de mis pantalones; y al llegar a la cafetería, un accidentado traspiés provoca que la camarera derrame, la mitad del café que me estaba sirviendo, sobre la manga de mi suéter. Mi querido amigo rompe en carcajadas y me dice:
   —Tío, la semana pasada empecé a salir con la chica que me gusta; a los dos días me compré el coche que quería, porque me lo financiaron con intereses mucho más baratos y ayer me ascendieron en el trabajo. ¡Tengo un Karma alucinante! Pero mírate a ti; el Karma te odia, colega.
   Así que me levanto de la mesa, salgo de la cafetería y levantando el puño a lo Scarlett O´Hara en Lo que el viento se llevó, grito al cielo:
   —Karma ¿Por qué me odias? ¡Me las pagarás!
   A día de hoy, todavía no me he encontrado al Karma, cara a cara, para ajustar cuentas.

Tenemos una idea muy errónea de lo que es el Karma. Algunas personas se lo imaginan como un ente vivo y consciente, con la capacidad de interactuar en nuestra vida; otras personas creen que tiene algo que ver con una recompensa o castigo divino, que es un dios quien decide nuestro Karma para darnos nuestro merecido; y otras personas lo asimilan como puro azar.
    Pero ¿Qué es realmente el Karma?
   Según la ciencia, el Karma no es más que la ley de la causa/efecto, o de la frecuencia/honda. Pero tanto para el Hinduismo como para el Budismo, el Karma es la ley de la causalidad; una fuerza universal de auto compensación que se encarga de mantener el equilibrio en una balanza imaginaria que es nuestra existencia. Vayamos con otro “pero”… ¿Pero qué desequilibra nuestra balanza?
   Como ya sabemos, nuestra mente lo es todo, en ella generamos nuestros pensamientos, los cuales, el noventa y nueve coma nueve por ciento de ellos se transforman en actos físicos y/o verbales. Todos esos actos producidos por nuestra mente se convierten, de forma automática, en acciones, ¿Y qué nos ha enseñado la vida sobre las acciones? Que todas ellas conllevan una consecuencia según hayan sido intencionadas. Eso es el Karma, la consecuencia, negativa o positiva, de nuestros actos, ya hayan sido físicos, verbales o mentales. Y son esos actos positivos y/o negativos los que desequilibran la balanza.

Todas las personas venimos de momentos previos a nuestra propia consciencia continua e infinita, esta ligada a la ley de causalidad. Cada persona tiene su propio pensamiento, no hay dos personas que piensen de la misma manera al cien por cien, de esta manera, tampoco existen dos personas que cometan los mismos actos con las mismas intenciones; de ahí que el Karma nos convierta en personas únicas completamente diferentes al resto de la humanidad. Imaginemos que nuestra mente es un campo recién labrado y abonado, a la espera de ser sembrado; Pues tanto los actos mentales, físicos o verbales son las semillas que sembramos en ese campo, y las consecuencias de esos actos son el fruto que cosechamos.
   Ser conscientes de esos actos, y de la intencionalidad con la cual los cometemos es fundamental para empezar a moldear ese Karma que tanto nos Asusta y preocupa. Al ser conscientes de esos actos, podremos darnos cuenta del efecto que nos producen y así, en el futuro, antes de volver a cometerlos, pensar si nos valdrá la pena hacerlos. Siempre y cuando no pensemos que ese Karma es un castigo o una recompensa, ya que la ley del Karma no tiene nada que ver con dioses y/o su existencia, sino con su propia inercia natural. Solo es la consecuencia de nuestros actos cometidos.
   Nuestra mente genera tendencia según nuestros pensamientos; por ejemplo: Sí robamos y nos sale bien, nuestra mente creará la tendencia de querer volver a robar. Sí por lo contrario, al cometer un buen acto nos sentimos insatisfechos, lo normal es que dejemos de esforcemos en seguir cometiendo esos actos virtuosos. Lo cual genera una falsa percepción subconsciente de la realidad.
   Todo acto tiene origen en la mente, y es necesaria la existencia de una causa o circunstancia para generar el efecto, ya que ningún acto se sostiene por sí mismo. Un acto físico involuntario no crea Karma, aunque su efecto pueda ser devastador. Por eso solemos tener la sensación de no tener control alguno sobre el Karma, dando lugar a un victimismo conformista, evitando de forma voluntaria la idea de que nuestra vida está condicionada por la suerte o circunstancias.

¿Cómo hacemos entonces para purificar nuestro Karma? ¿Debemos hacer una lista de todas nuestras malas acciones cometidas a lo largo de toda nuestra vida e intentar mitigarlas, al más puro estilo de Earl Hickey?
   Para Purificar nuestro Karma, primero hemos de eliminar todos nuestros obstáculos mentales, como por ejemplo, ese victimismo antes mencionado o el apego enfermizo a nuestro yo —no empezaremos a hablar otra vez sobre los tres venenos y todas esas cosas—. Como ya hemos dicho, el Karma puede ser influyente y condicionante, pero nunca será determinante, pues somos libres de pensar por nosotros mismos a la hora de cometer nuestras acciones. Pero no es instantáneo, eso hace que nos confundamos, ya que al cometer buenas acciones no nos ocurren cosas buenas de inmediato, o no nos perjudica de forma directa al realizar acciones negativas. ¿Cómo funciona entonces, os preguntaréis? Para explicarlo de una forma simple y resumida, si eres una persona que siempre miente, crearás la causa para que en el futuro nadie te crea, y si por lo contrario, eres una persona sincera, crearás la causa para que siempre confíen en ti. Toda acción creada producirá un efecto definitivo —ya sea positivo o negativo—; ese efecto se experimentará de forma incrementada —o no proporcional—; y en el caso de que sea por una causa negativa, hay que intentar purificarlo, para no arrastrar el mal Karma a lo largo de nuestra vida —o vidas, si se cree en el renacimiento o reencarnación, ya que el Karma también puede ser residual a un mal cometido en anteriores vidas—. El arrepentimiento es fundamental para comenzar esa purificación —no confundir con el sentimiento de culpa—, ya que al arrepentirnos de forma sincera, generaremos en la mente la determinación de no volver a repetir las malas acciones ya cometidas, y reconocer al instante los pensamientos que las provocan. Hemos de considerar al Karma como a un maestro; aprender del sufrimiento o el gozo de las consecuencias de nuestras acciones cometidas. Sí la acción es positiva, tarde o temprano sentiremos el gozo por haberla realizado; si nuestra acción es negativa, el sufrimiento llegará tarde o temprano.
   ¿Hemos, pues, de ocupar nuestra vida en cometer tan solo buenos actos para purificar todo nuestro Karma residual y no volver a crear Karma negativo nunca más? Antes hemos comentado que una acción involuntaria no crea mal Karma, ¿pero cuántas veces, al realizar una buena acción, el resultado ha sido un mal inevitable; o al intentar hacerle algún mal a alguien, esa acción a conllevado un bien para esa persona? Curioso todo esto del Karma ¿Verdad?

Buda siempre hablaba de la ecuanimidad, del camino medio; de esa cuerda del instrumento, que si estaba muy tensa se acababa rompiendo, pero que si estaba muy floja, desafinaba; de la balanza que mantiene en perfecto equilibrio al universo. Siempre se habla del Karma positivo o buen Karma, y del Karma negativo o mal Karma; pero poco se habla del Karma neutral o no Karma. Y es ese el que debemos buscar, o mejor dicho, no buscar, sino dejar que se cree por sí mismo con la ecuanimidad de nuestros pensamientos, actos y habla. Así que será mejor sacar del bolsillo nuestra lista de Earl Hickey, romperla en mil pedazos, tirarla al contenedor de papel y empezar, de forma natural, a ser conscientes de la intención de nuestros pensamientos; pues tan solo así éstos dejaran de cometer buenas o malas acciones, y todas ellas se convertirán en la acción correcta.